De Santa Fe a las Indias. El primer viaje de Cristóbal Colón

Exposición permanente

“Por esta razón, en el espacio de cinco meses, una porción de territorio, de Granada a Santa Fe, fue el ombligo del mundo. Allí de repente, una España se cierra a las influencias mediterráneas, y se abre a las influencias atlánticas. El universo fue arrastrado en este movimiento.” Con estas palabras, el historiador francés Bernard Vincent describe los hechos acontecidos en la ciudad de Santa Fe, entre el 25 de noviembre de 1491 y el 17 de abril de 1492. El final de la Guerra de Granada con la creación del primer estado moderno de Europa, y el comienzo de la aventura americana, tuvieron como escenario el Real de Santa Fe.

En Portugal

En 1474, el físico y astrónomo florentino Paolo del Pozzo Toscanelli (1397-1482) envía al canónico Fernando Martins una carta, en la que le plantea la posibilidad de viajar a la India navegando hacia el oeste. Conocemos el contenido de la misiva gracias a que Cristóbal Colón (1451-1506) la copió en el margen de una página de su ejemplar de la Historia rerum, de Eneas Silvio Piccolomini. Las ideas de Toscanelli no eran en sí originales, antes habían aparecido en diversos mapamundi de la escuela catalana y el concepto de esfericidad de la tierra era generalmente aceptada por los entendidos en el siglo XV. Pero a Colón le servirían para apoyar sus teorías cosmográficas, primero ante la corte portuguesa, y a partir de 1485, antes los Reyes Católicos.

Los preparativos del viaje

Cuando Colón llega a Castilla en la primavera de 1485, además de una vasta experiencia marinera, es un hombre muy cultivado, conoce varias lenguas (italiano, portugués, latín y jerga levantisca), posee sobrados conocimientos cartográficos y se encuentra arropado por un apreciable caudal de lecturas de temática geográfica y cosmográfica que resultan imprescindibles para defender su plan de llegar a las Indias por occidente. La base de sus lecturas está en la Biblia, a la que acompañan la Geografía de Ptolomeo (Roma 1478), la Imago Mundi de Pierre d´Ally (Lovaina 1483), la ya mencionada Historia rerum ubique gestarum, de Eneas Silvio Piccolomini, papa Pio II (Venecia 1477), la Historia Natural de Plinio (Venecia 1489), y el libro de los viajes de Marco Polo (Amberes 1485), entre otras.

Ante el poco interés que los portugueses mostraron por el proyecto colombino, enfrascados como estaban en afianzar sus rutas comerciales a las Indias rodeando África, Colón tuvo que abandonar la seguridad de su posición personal y laboral en Portugal y seguir a la peregrina corte de los Reyes Católicos durante siete años, para convencerlos de la viabilidad de su proyecto. Finalmente, el 17 de abril de 1492 se firmaron en el Real de Santa Fe, las Capitulaciones por las que los Reyes Católicos y Cristóbal Colón, emprendían el negocio del descubrimiento, abriendo una nueva ruta comercial que permitiría llegar a las especias y riquezas del extremo oriente, sin interferir en los tratados que se habían firmado con los vecinos lusos (Tratado de Alcáçovas-Toledo, 1479-80).

El viaje

Aunque los especialistas han adjudicado al desarrollo de la navegación de altura, el descubrimiento de América, lo cierto es que Cristóbal Colón, conocía solo los rudimentos de ésta, apoyándose principalmente en la navegación a la estima para la realización del primer viaje, al igual que hacían la mayoría de los navegantes del Mediterráneo y el Atlántico en esa época, y tal como lo describe el Diario del primer viaje.

Durante los siglos XIII y XIV, los marinos que surcaban estos mares, seguían la dirección que marcaba la aguja imantada y calculaban la derrota en un portulano o carta náutica especialmente diseñada para seguir los rumbos magnéticos. Las observaciones astronómicas se hacían solo para averiguar la latitud, utilizando el astrolabio náutico y el cuadrante de plomada, ya que para averiguar la longitud haría falta medir el tiempo de un eclipse, lo práctico era averiguar esta magnitud a estima.

En la biblioteca de Colón figuraba la Geografía de Ptolomeo (100-170 d.C.), es decir, su Cosmographia sive de situ orbis, citada de vez en vez incluso para disentir. En esta obra Colón tropezó con las opiniones de Marino de Tiro (60-130 d.C.) que, aunque fueron discutidas por Ptolomeo, él consideró más exactas, sobre todo tras leer a Pierre D’Ailly, quién coincidía con Marino, al admitir que «el Océano que se extiende entre el extremo de la última España y la costa oriental de India no tiene demasiada anchura».

Tales cálculos le parecieron concordar, aunque lo conociera por medio de D’Ailly, con los de Alfagrano (805-880), quien asignaba una longitud de seis millas y dos tercios a un grado terrestre, si bien Colón no reparó en que Alfagrano empleaba la milla árabe y no la itálica. Así, su impugnación de las medidas suministradas por Ptolomeo, le llevó a cometer una equivocación crucial en los cálculos para su proyectada empresa marítima que, así, se convirtió en «el éxito del error».

El Descubrimiento

En la madrugada del 12 de octubre de 1492, un tripulante de la carabela Pinta, llamado Rodrigo de Triana, vio trepidar una lumbre en la lejanía, dando el grito de tierra. Al amanecer, atracaba la flotilla compuesta por la nao Santa María y las carabelas Pinta y Niña en las playas de la isla de Guanahaní, en el actual archipiélago de las Bahamas. Colón tenía la seguridad de haber llegado a una de las islas del Asia oriental, pero ni el tipo físico de sus habitantes ni su grado de civilización se correspondía con los descritos por Marco Polo en sus relatos. Habría de seguir buscando. Descubre la isla de Cuba, a la que llama Juana y confunde con las ciudades chinas de Zaiton y Quinsay, después llega a Haití (La Española), pero sigue creyendo que esta en Ásía, igual ocurrirá con las tierras descubiertas en sus restantes viajes: nunca reconocerá Colón haber llegado a un nuevo continente, ni siquiera cuando en el último de sus trayectos recorre la costa de Costa Rica.

En su primer viaje, el Almirante y sus hombres conocen una serie de productos que tendrán posteriormente una importancia económica y alimenticia de primer orden, así vieron consumir a los indios tabaco, guindilla y maíz, aunque no llegó a conocer ni patatas ni tomates, ya que estos se cultivaban en zonas diferentes al Caribe.

El Descubrimiento traería también consecuencias políticas para los dos estados exploradores, España y Portugal; una serie de Bulas dictadas por los papas Sixto IV y Alejandro VI habrían de repartir el mundo por descubrir entre las dos potencias ibéricas, aunque esto duraría poco, ya que ingleses y franceses comenzarían sus viajes a América del norte, inmediatamente a la llegada a Europa de las noticias de los viajes de Colón.